La reciente condena del secretario de Estado del Vaticano, el cardenal Pietro Parolin, a la dictadura de Nicaragua y la carta del papa Francisco enviada a la comunidad católica nicaragüense reflejan que, a pesar del silencio de la Iglesia católica ante los abusos del régimen de los Ortega-Murillo, existe una postura cada vez más crítica y de preocupación, en el caso del sumo pontífice, ante estas medidas represivas.
En el caso de Parolin no se refería públicamente a la persecución contra la Iglesia católica en Nicaragua antes de la excarcelación y destierro de religiosos católicos en enero de este año.
Por ejemplo, el 28 de septiembre de 2024, durante la Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas (ONU), el cardenal del Vaticano pidió al régimen que respete la libertad de culto y expresó que la Santa Sede está particularmente preocupada por las medidas adoptadas contra el personal y las instituciones de la Iglesia “que afectan directamente la sensible cuestión de la libertad religiosa”.
“Es un cambio en la posición de la Iglesia, o por lo menos es un cambio en la expresión de la preocupación de la Iglesia que, hasta el momento, no se había dado en términos tan claros y mucho menos por parte del secretario de Estado, que en materia de relaciones internacionales, es la máxima autoridad del Vaticano”, dijo el diplomático y exasesor de la Organización de Estados Americanos (OEA), Guillermo Belt, en entrevista a LA PRENSA.
El 14 de enero de 2024, el régimen Ortega-Murillo anunció la excarcelación y destierro de 14 sacerdotes, dos obispos y seminaristas—acción que la dictadura calificó como “envío” y “recibimiento en el Vaticano” de los religiosos— y, entre otras cosas, agradeció al papa Francisco, al secretario de Estado de la Santa Sede, el cardenal Pietro Parolin, y a su equipo de trabajo por las “muy respetuosas y discretas coordinaciones (…) para hacer posible el viaje hacia el Vaticano” de los religiosos.
Entre los religiosos “enviados” al Vaticano estaban el obispo de Matagalpa, monseñor Rolando José Álvarez, y el obispo de la Diócesis de Siuna, monseñor Isidoro Mora.
“La Santa Sede creyó en un primer momento que se podría tratar con altura diplomática la situación, pero no fue así. Ha dado seguimiento a la situación de la libertad religiosa que cada día se agrava más. Pero no solo hacia fuera, sino hacia dentro, la Santa Sede sabe dialogar. La Santa Sede puede dialogar, pero no cambiar su postura”, opinó un sacerdote nicaragüense bajo condición de anonimato por temor a represalias.
Además, consideró que debido a que la situación en el país se ha agravado, “la Santa Sede ya tiene que dar una palabra, no solo callarse y rezar. Sino tener una voz para poner el punto donde es”.
Carta del papa Francisco días después de la condena de Parolin y Blinken
Este 2 de diciembre, el papa Francisco se pronunció nuevamente sobre la situación de Nicaragua a través de una carta pastoral en ocasión de la celebración de la Purísima Concepción de María, en la que reconoció que el mensaje llega en momentos difíciles para la Iglesia nicaragüense.
La carta pastoral llegó tres días después de que los obispos de Centroamérica convocaron a una jornada de oración por Nicaragua en ocasión de las actividades de la Inmaculada Concepción de María, mencionando que el país afronta una “desafiante realidad”.
El 27 de noviembre, el secretario de Estado de Estados Unidos, Antony Blinken, se reunió con Parolin y el arzobispo Paul Richard Gallagher, secretario del Vaticano para las Relaciones con los Estados, y durante el encuentro condenaron la represión política en Nicaragua y Venezuela, según dio a conocer el Departamento de Estado de Estados Unidos en un comunicado este miércoles 27 de noviembre.
Sin embargo, tanto el Vaticano como la Santa Sede no especificaron los temas que abordaron en los encuentros, aunque este se dio en el contexto de una escalada de persecución religiosa en Nicaragua por parte del régimen Ortega-Murillo, que el pasado 13 de noviembre ordenó el destierro del obispo de Jinotega y presidente de la Conferencia Episcopal de Nicaragua, monseñor Carlos Herrera.
Además, a través de esta carta, el papa Francisco se refirió por décima cuarta vez a la situación de Nicaragua, siendo la anterior el 25 de agosto de este año, cuando el jerarca pidió oraciones por la situación del país.
Dos mensajes de diferente naturaleza
Según Belt, el mensaje del papa Francisco y el del cardenal Parolin tienen dos naturalezas distintas: el primero de carácter religioso y el segundo de índole política y diplomática.
El papa Francisco no puede referirse todos los años a Nicaragua aprovechando las fiestas de la Purísima, pero su carta en esta ocasión “tiene un significado, reitero, estrictamente religioso al pueblo nicaragüense, pueblo creyente”, dijo Belt.
“Lo primero que se aprecia es la muy conocida dualidad que presenta la Iglesia católica en el papado. Es decir, nosotros tenemos aquí un mensaje de su santidad el papa en su función como papa, como el obispo principal de la Iglesia católica, que es el obispo de Roma”, añadió Belt.
En cambio, el mensaje de Parolin y la condena hacia el régimen, realizada de manera conjunta con Blinken, “es muy significativo en este momento porque, por primera vez, el Estado del Vaticano reconoce claramente que se está afectando un derecho fundamental que es la libertad religiosa”, expresó Belt.
¿Se cierran las puertas a futuras negociaciones?
Las relaciones diplomáticas entre el Vaticano y Nicaragua no van del todo bien, especialmente desde el 12 de marzo de 2022, cuando el régimen Ortega-Murillo expulsó al nuncio apostólico, Waldemar Sommertag.
Un año después, la dictadura anunció que valora “la suspensión” de las relaciones diplomáticas con el Vaticano luego de unas declaraciones del papa Francisco en las que tildó al régimen nicaragüense de ser una “dictadura guaranga (grosera)”.
Sin embargo, esto no impidió que se enviara a Roma a 12 sacerdotes que estaban presos. Según confirmó el portavoz del Vaticano, Matteo Bruni, se “ha pedido” a la Santa Sede recibir a los 12 sacerdotes, sin referirse a negociaciones.
Las “negociaciones” no fueron un factor presente en la expulsión de monseñor Carlos Enrique Herrera, obispo de la Diócesis de Jinotega y presidente de la Conferencia Episcopal de Nicaragua, quien fue desterrado el 14 de noviembre de este año por señalar que el alcalde de esa ciudad, Leónidas Centeno, cometió un sacrilegio al colocar música a alto volumen en horas de misa en las afueras de la catedral jinotegana.
“En este caso no hubo acuerdo ninguno ni hubo conversación alguna que sepamos, y hubo la expulsión a la fuerza de un obispo de la Iglesia católica, de manera que eso es mucho más grave, y yo creo que esta reacción del Vaticano, y muy específicamente la del cardenal Parolin, responde a ese aumento muy evidente en la represión”, comentó Belt.
Según Belt, esto es un reflejo de que las puertas para negociaciones no están “del todo abiertas”.
“No me sorprendería que se diera una reacción destemplada, poco diplomática, por parte de la dictadura de Nicaragua a las declaraciones; no a lo que ha dicho el papa este lunes, que es un mensaje completamente religioso, pero sí a las declaraciones que ha hecho públicamente el secretario de Estado del Vaticano”, puntualizó.