El padre Floriano Ceferino Varga fue desterrado del país, algo que ya se ha hecho común tras las detenciones de sacerdotes de la Iglesia católica que son perseguidos por la dictadura de Daniel Ortega.
El líder campesino Medardo Mairena, originario de Nueva Guinea, zona donde el padre Vargas cumplía su misión pastoral, aseguró que el sacerdote fue enviado a Panamá tras ser detenido por la Policía orteguista el domingo pasado.
“El destierro es un crimen de lesa humanidad. Nos informan que el padre Floriano Ceferino Vargas, párroco de la iglesia de San Martín de Porres, en Nueva Guinea, ha sido desterrado por el régimen sandinista de los Ortega-Murillo. País de destino: la República hermana de Panamá”, escribió en la red social X.
El padre Vargas fue detenido por la Policía orteguista la tarde del domingo 1 de diciembre, después de haber celebrado la misa vespertina en la parroquia que administra en Nueva Guinea, Diócesis de Bluefields, en el Caribe Sur de Nicaragua.
Sacerdotes perseguidos en Nicaragua
Las detenciones de sacerdotes de la Iglesia católica de Nicaragua se dan en un contexto de ataques y persecución a opositores y críticos de la dictadura de Daniel Ortega y su esposa Rosario Murillo, lo que no ha excluido a sacerdotes, pastores evangélicos, obispos, laicos y otros religiosos.
Con esta nueva expulsión ya suman 42 sacerdotes desterrados, además de cuatro obispos y cuatro seminaristas, según un conteo realizado por LA PRENSA. En noviembre pasado fue desterrado a Guatemala el obispo de la Diócesis de Jinotega, monseñor Carlos Enrique Herrera.
Los primeros sacerdotes fueron desterrados a Estados Unidos con el grupo de 222 presos políticos, en febrero de 2023. El caso más emblemático es el del obispo de Matagalpa, monseñor Rolando Álvarez, quien estuvo preso más de un año y fue desterrado a Roma en enero de 2024.
Ortega en guerra contra la Iglesia católica
En Nicaragua, la dictadura de Ortega y su esposa, la vicepresidenta Rosario Murillo, acusan a la Iglesia católica de haber apoyado las protestas de 2018, que para Ortega fue un intento de “golpe de Estado”.
Bajo ese argumento, la Policía orteguista encarcela sacerdotes, prohíbe que las actividades religiosas se realicen fuera de los templos. También han cancelado numerosas organizaciones sociales, caritativas, albergues de la Iglesia católica, centros académicos, medios de comunicación de línea católica, expulsado monjas y sacerdotes del país.
La guerra de Ortega contra la Iglesia católica lo llevó a suspender las relaciones diplomáticas con el Vaticano, tras una crítica del papa Francisco por la detención de sacerdotes en Nicaragua.